Por Nino Ramella
“Venite a casa. Quiero mostrarte algo”. La invitación de Juan Carlos el “Gordo” Billalba no podía pasarse por alto. Primero porque la confraternidad entre quienes transitan este oficio genera vínculos fraternales con algunos colegas y él para mí estaba en ese sitial. Segundo porque su arsenal de fotografías es un archivo invalorable de la historia de nuestra ciudad. Fue así como este año y el anterior lo visité varias veces.
Me acaban de avisar que murió hace una hora y en mi cabeza se instala una mezcla de tristeza y de ternura. Porque Juan Carlos era un tierno, un tierno contagioso. Su bondad nos envolvía y en alguna medida a sus 87 años seguía siendo un niño que se apasionaba con su trabajo de reportero gráfico que cumplió con el rigor de una misión en la vida.
Tantos años encontrándonos en los mismos sitios en los que la realidad nos convocaba hizo que nos anticipáramos sin error el siguiente paso del otro. En una voz más que audible Juan Carlos ordenaba los protagonistas de la foto al tiempo que buscaba un buen ángulo. Luego hacía foco e inmediatamente asomaba la cabeza por encima de la cámara…y disparaba. Siempre me pregunté porqué no seguía mirando por el objetivo. Para mí ese tic era su marca.
Con tantos años de reportero gráfico en Mar del Plata trabajando para diarios y revistas, su colección de fotos a artistas locales y de quienes hacían temporada en nuestra ciudad es inagotable. Tenía una particular inclinación por el teatro y los artistas.
Recuerdo una vez en el Teatro Auditorium cuando, creo que en 1980, Astor Piazzolla dio un concierto. Habían avisado que los fotógrafos registraran lo que quisieran pero desde la última fila. No estando enterado del pedido Juan Carlos en medio de un pianísimo con su bandoneón en el proscenio le sacaba fotos a pocos metros. Nunca volveré a ver una mirada tan fulminante como la de Piazzolla. Nos reímos muchas veces evocando aquel episodio.
“Quiero que me hagas el favor de llevarle estas fotos a quienes aparecen en ellas. Hay tantas…y a la altura de mi vida creo mejor que las guarden sus protagonistas”. Fue así como tuve el honor de ser mensajero de esos envíos producto de la generosidad de quien tan lúcidamente pareció anticiparse a su cercano fin.
Quedó una visita trunca con su muerte. Ya no lo encontraré en su casa de la calle Azcuénaga rodeado de perros… “tranquilo…no hacen nada” y sus cientos, miles de fotografías que atesoran una parte importante de la historia de nuestra ciudad.
“Mirá…ayer encontré esta. Te la regalo…” Fue así como me encontré con esta foto en la que aparecemos abrazados y en compañía nada menos que de Susana Rinaldi, Raúl Lavié, Willy Wullich y Cholo Ciano.
Chau Juan Carlos la ciudad y quienes te conocimos no podemos menos que despedir con mucho sentimiento al buen tipo que fuiste.